Marxismo Autogestionario y Leninismo: ¿Oposición o Antagonismo? – Gabriel Teles

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¿Sería correcto dejar de decir la verdad para complacer a personas que continúan con las mismas prácticas políticas burocráticas, autoritarias, leninistas y similares? Bueno, dijo un ingenuo trotskista, políticamente somos todos de la misma “familia”. Y añade que nuestras diferencias son sólo “tácticas”. Eso es tan falso como el “marxismo” de los pseudomarxistas. El marxismo no es una “familia” y menos aún forma parte de la familia de los pseudomarxistas. El marxismo trabaja con la cuestión de las clases sociales y no de la familia
y su diferencia con el leninismo no es sólo táctica sino general.
(Editorial de la Revista Marxismo e Autogestão [Marxismo y Autogestión], n. 1, v. 1, 2014). 

Introducción

Desde la rebelión estudiantil de mayo de 1968, el marxismo autogestionario se ha ido desarrollando al hilo de la dinámica de la lucha de clases dentro de la sociedad capitalista. Es un proyecto político que tiene como base el proyecto autogestionario (transformación de la totalidad de las relaciones sociales) y continúa el carácter revolucionario y radical del marxismo. Se refiere, pues, a la expresión teórica del movimiento revolucionario del proletariado en su manifestación contemporánea, heredera del marxismo original de la segunda mitad del siglo XIX (Marx y Engels) y del comunismo de consejos de la primera mitad del siglo XX (Korsch, Pannekoek, Rühle, Gorter, Mattick, Wagner, etc.), así como de otros revolucionarios como Rosa Luxemburgo, Antonio Labriola, Makhaïsky, Sylvia Pankhurst, etc.

En Brasil, aparece a finales de la década de 1970 en el trabajo y la acción política de Maurício Tragtenberg, que contribuyó no sólo al avance de la discusión sobre la autogestión, sino también a la difusión y traducción de varios militantes revolucionarios olvidados por la hegemonía leninista. Desde entonces, en nuestro país, el marxismo autogestionario se ha ido desarrollando, profundizando y actualizando diversos elementos teóricos de esta perspectiva y contribuyendo a acelerar la agudización de la lucha de clases. Es sobre todo con el rechazo de los partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones burocráticas dentro de diversos conflictos que se presenta el interés del auténtico marxismo a diversos individuos y colectivos que buscan la transformación social.

Podemos localizar ese interés en el movimiento antiglobalización de principios del siglo XXI, en las Manifestaciones de junio de 2013, en las Ocupaciones de Escuelas por parte de estudiantes de secundaria en varios estados brasileños, etc. En todas estas manifestaciones y movimientos estaba el rechazo a las organizaciones burocráticas y la defensa de la idea y la práctica de la autoorganización como elemento fundamental para el proceso de lucha y formación. Es lo que podemos llamar el resurgimiento de las luchas autónomas en Brasil (MAIA, 2016). Aunque sea de forma ambigua o ecléctica, la idea de autogestión como cambio radical surge y se une a otros individuos y colectivos que, periféricamente, ya venían contribuyendo a la militancia autogestionaria en el país. De este modo, el marxismo autogestionario se consolida ya como una expresión teórica, pero también como una importante perspectiva política que encuentra eco en las prácticas políticas de estudiantes, trabajadores, desempleados, etc.

Una cuestión importante que siempre se plantea a los autogestionarios es la relación con otras perspectivas políticas, como el anarquismo, el autonomismo, el leninismo, la socialdemocracia, etc. ¿La relación con estas diferentes perspectivas es de colaboración o de combate? ¿De alianza u hostilidad? Son cuestiones que siempre están presentes en el imaginario de varios militantes que todavía no conocen, en profundidad, la perspectiva autogestionaria o desconocen las tradiciones y conflictos dentro del movimiento obrero y sus supuestos partidarios o representantes.

Nuestra respuesta a estas preguntas depende, por supuesto, de la perspectiva con la que estemos tratando. El anarquismo y el autonomismo[1] forman, junto con el marxismo autogestionario, el bloque revolucionario que contribuye a la lucha revolucionaria dentro de la lucha de clases. Así que la relación es de alianza, colaboración y contribución.

La cuestión comienza a hacerse más difícil, para algunos militantes que aún no han tenido la oportunidad de profundizar en el tema, cuando se observa la relación entre el marxismo y otras perspectivas políticas que también se reclaman “marxistas”, como el leninismo. Aquí, por tanto, se encuentra el objetivo de nuestro texto. ¿Cuál es la relación entre el marxismo y el leninismo? Aunque se sabe poco de la primera perspectiva, de los escritos de varios autores se desprende una relación conflictiva con la segunda. El dilema, sin embargo, es saber cuán profundo es este conflicto. Para desvelar dicha profundidad es necesario considerar, aunque sea de forma introductoria y sintética, si dicho conflicto se configura como antagonismo o como oposición.

Oposición, antagonismo y perspectivas políticas

Los sustantivos antagonismo y oposición, en las representaciones cotidianas (“sentido común”) se presentan casi siempre, ilusoriamente, como sinónimos. Es decir, aparecen como dos palabras que expresan el mismo significado. Sin embargo, lo que entendemos aquí es que estas palabras expresan dos categorías que tienen significados radicalmente diferentes. Una idea o acción X puede oponerse a otra idea o acción Y, pero no son necesariamente antagónicas.   

Algunos ejemplos concretos pueden ayudarnos en esta cuestión: dos partidos políticos, uno de izquierdas y otro de derechas, tienen divergencias sobre las mejores políticas estatales que debe ejecutar el Estado. Aquí hay un momento de oposición y no de antagonismo, ya que a pesar de las divergencias hay una convergencia que es la participación de la disputa en la democracia burguesa y la conquista del poder del Estado. Lo mismo puede decirse del bloque dominante y del bloque reformista/progresista, ya que a pesar de la competencia, los enfrentamientos y las disputas (oposición), el interés general y fundamental es el mismo, que es la reproducción de la sociedad capitalista. Así, la oposición implica una divergencia específica en medio de una convergencia general.

Una idea o acción es antagónica a otra cuando ambas expresan perspectivas radicalmente distintas e irreconciliables. Una perspectiva que apunte a la transformación social, y que uno de sus elementos fundamentales sea la abolición inmediata del Estado, será radicalmente distinta de aquellas perspectivas que buscan la conquista del poder estatal (ya sea de partidos políticos de izquierda o de derecha). El bloque revolucionario es antagonista tanto del bloque dominante como del bloque progresista/reformista, lo que implica una crítica radical de estas dos tendencias. Desde este punto de vista, el antagonismo significa una divergencia radical que es a la vez específica y general.

Tales distinciones son cruciales para que seamos conscientes de la dimensión del problema que es la relación entre las más diversas perspectivas, tendencias políticas, y no caer en ingenuidades o en alianzas que pueden ser, en un momento u otro, extremadamente problemáticas y limitantes en momentos de intensificación de diversos conflictos sociales.

El marxismo autogestionario y el leninismo: expresiones de clase distintas y antagónicas

Sería un trabajo voluminoso si recuperáramos todos los elementos tanto del marxismo autogestionário como del leninismo para captar la relación entre estas dos perspectivas. Para los fines de este texto nos centraremos en la cuestión de los intereses de clase y su significado para la lucha de clases en general.

Karl Korsch, comunista de consejos que contribuyó al desarrollo de la teoría revolucionaria, nos aportó la mejor definición de marxismo que ya hemos señalado páginas atrás: el marxismo es la expresión teórica y política del movimiento revolucionario del proletariado (KORSCH, 1977). Dicha definición se elabora teniendo en cuenta la discusión mantenida en el Manifiesto Comunista por Marx y Engels (2010), especialmente cuando estos autores ponen la relación entre los comunistas y el movimiento obrero:

¿Cuál es la relación de los comunistas con los proletarios en general? Los comunistas no son un partido aparte entre los demás partidos obreros. Sus intereses no son distintos de los de todo el proletariado. [En teoría, tienen, sobre el resto del proletariado, la ventaja de tener una visión clara de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento obrero […] Las proposiciones teóricas de los comunistas no se basan en absoluto en ideas o principios inventados o descubiertos por tal o cual reformista del mundo. Son sólo la expresión general de las condiciones reales de una lucha de clases que existe, de un movimiento histórico que se desarrolla ante nuestros ojos (MARX & ENGELS, 2010, p. 51-52, la cursiva es nuestra).

Así, el marxismo busca expresar los intereses de clase del proletariado autodeterminado (revolucionario). Desde esta perspectiva, el leninismo no puede ser considerado como una “corriente” del marxismo tal y como se presenta generalmente (“marxismo-leninismo”).

El leninismo es la sistematización ideológica de la práctica burocrática inicialmente por su gran intelectual, Lenin, y posteriormente por otros intelectuales, que incluso se postulan como opositores (como Trotsky y Stalin, generando las corrientes trotskistas y estalinistas) (TELES & SILVA, 2018; FERREIRA & TELES, 2017). Los principales elementos del leninismo entran en divergencias radicales con las principales concepciones del marxismo. Citemos como ejemplo de esta incompatibilidad una de las principales proposiciones del leninismo, que es la ideología de la vanguardia (cuestión que está en el centro del pensamiento de Lenin y sus epígonos).

Uno de los presupuestos de la ideología de la vanguardia es que los trabajadores, por sí mismos, no están en condiciones de alcanzar una conciencia revolucionaria, sino sólo una conciencia sindical (o trade-unionista). Esta afirmación está estructurada en el libro ¿Qué hacer? escrito en 1902 por Lenin, en el que desarrolla la tesis kautskista de la nulidad obrera y la necesidad de una vanguardia:

Dijimos que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esto sólo podría introducirse desde el exterior. La historia de todos los países demuestra que la clase obrera, por sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia trade-unionista, es decir, la convicción de que necesita agruparse en sindicatos, luchar contra la patronal, exigir al gobierno estas o aquellas leyes necesarias para los trabajadores, etc. Por otra parte, la doctrina socialista nació de teorías filosóficas, históricas y económicas, elaboradas por los representantes eruditos de las clases poseedoras, por los intelectuales (LENIN, 1973, p. 39).

En este pasaje tenemos la repetición del argumento de Kaustky, que más tarde señalará la necesidad de que los “portadores de la doctrina socialista” introyecten la conciencia revolucionaria en el proletariado.

Podemos enumerar varias consecuencias teóricas y prácticas de la sistematización de Lenin de la ideología de la vanguardia que están en directo antagonismo con el marxismo. La principal es la castración del carácter revolucionario del proletariado. La afirmación “La emancipación de los trabajadores es obra de los propios trabajadores“, escrita por Marx para la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), máxima expresión de la teoría de la autoemancipación proletaria marxista, se olvida, se combate y se deshace. Es incluso el propio Marx, en un texto en el que critica a los representantes del todavía naciente Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), quien anticipa algunas de las críticas que los comunistas de consejos harán a las tesis leninistas:

En lo que a nosotros respecta, con todo nuestro pasado, sólo nos queda un camino que seguir. Durante casi 40 años hemos puesto en primer plano la lucha de clases como motor de la historia, y especialmente la lucha de clases entre burguesía y proletariado, como la gran palanca de la revolución social moderna. Por lo tanto, es imposible para nosotros caminar junto a personas que quieren suprimir esta lucha de clases del movimiento. Cuando fundamos la Internacional y formulamos en términos claros su grito de guerra: “la liberación de la clase obrera será obra de la propia clase obrera”. Evidentemente no podemos caminar con gente que declara a los cuatro vientos que los trabajadores son demasiado incultos para poder emanciparse, y que sólo desde arriba pueden ser liberados, por las cúpulas, por los filántropos burgueses y pequeñoburgueses (MARX, 2014, p. 229).

La ideología de la vanguardia legitimará el mantenimiento de la relación entre dirigentes y dirigidos, uno de los principales mecanismos de control y dominación en la sociedad capitalista. Esta consecuencia no es un mero caso. Aquí llegamos a un elemento importante y que se convierte en una de las explicaciones de la incompatibilidad entre el marxismo y el leninismo: este último no expresa los intereses del proletariado sino de otra clase social, la burocracia (especialmente sus fracciones dentro de la burocracia civil, que buscan autonomizarse). Así, entendemos el leninismo como una expresión ideológica de ciertas fracciones inferiores de la clase burocrática que se radicalizan en su búsqueda de autonomía y toma del poder estatal (TELES & SILVA, 2018). La cristalización de este proceso es la acción contrarrevolucionaria bolchevique en la Revolución Rusa de 1917.

El ejemplo rápido aquí dado sobre la ideología de la vanguardia ya apunta a este antagonismo entre el marxismo y el leninismo, pero se podrían situar varios otros aspectos, especialmente en la obra de Lenin, como la cuestión del período de transición inexistente en Marx y el marxismo (TELES & FEREIRA, 2017a); el elogio de la división del trabajo vía taylorismo (TELES & FERREIRA, 2017b); la concepción burguesa del materialismo mecanicista y la defensa de la ideología del reflejo (PANNEKOEK, 2004; KORSCH, 1973; ANJOS, 2004; FERREIRA, 2019); la cuestión del Estado (WRIGHT, 2015; ADAM 2015); el papel contrarrevolucionario de Lenin y el partido bolchevique en el contexto de la Revolución Rusa de 1917 (BRINTON, 1975; BARROT 2014; MATTICK, 2016; RUHLE, 2017; WAGNER, 2017); entre otros elementos.

En resumen, podemos decir que el marxismo y el leninismo tienen un antagonismo franco y radical, por sus diferentes intereses de clase y porque expresan proyectos políticos diferentes. La diferencia aparece en los niveles teórico, metodológico, evaluativo y conceptual. La cuestión ahora es saber cuáles son las consecuencias de este antagonismo para la militancia autogestionaria.

Las consecuencias del carácter antagónico entre el marxismo y el leninismo

¿Cuál es el significado político y las consecuencias prácticas del antagonismo entre el marxismo autogestionario y el leninismo?

La primera consecuencia es la no alianza con las organizaciones que se declaran leninistas. Tal afirmación puede parecer obvia, pero por increíble que parezca, todavía hay individuos que piensan que es posible tener una alianza “táctica” o una “unidad de la izquierda” para luchar contra un supuesto “enemigo mayor”[2] . Siempre se evoca a ese enemigo para crear esas alianzas y uniones. Las experiencias revolucionarias, como la rusa, la alemana, etc., ya han demostrado el papel contrarrevolucionario que pueden desempeñar los militantes cediendo a este tipo de falsas alianzas. Lo que se abandona son los principios revolucionarios, quedando a remolque de medidas y estrategia ajenas a ellos y que estancan la hegemonía proletaria dentro de la intensificación de la lucha de clases.

En las elecciones brasileñas de 2018 este proceso fue claro, a propósito de la disputa entre Jair Bolsonaro (PSL) y Fernando Haddad (PT), donde la falsa polarización burguesa aglutinó, del lado del bloque progresista, a un conjunto de individuos y organizaciones anarquistas y autonomistas, que reivindicaron la unidad de la izquierda con los partidos liberales, socialdemócratas y leninistas para combatir un supuesto fascismo en caso de que Bolsonaro fuera elegido. Dicha alianza, además de resultar infructuosa (ya que Bolsonaro fue elegido), demostró la fragilidad de ciertos sectores del bloque revolucionario en la apertura de sus principios, enfrentándose no sólo a los intereses del bloque progresista (del cual el leninismo conforma el ala extremista de este bloque), sino a la propia dinámica institucional burguesa (democracia, conquista del Estado, etc.).

Por lo tanto, la alianza no sólo no es bienvenida, sino que es perjudicial para el propio desarrollo de las luchas de los trabajadores y otras clases desfavorecidas. Desde el marxismo original de Marx[3], pasando por el comunismo de consejos, hasta el marxismo autogestionario contemporáneo, hay una crítica a este tipo de alianza. Un ejemplo del rechazo revolucionario de esta alianza puede verse, por ejemplo, en el panfleto elaborado por Otto Rühle, un comunista de consejos que fue fundamental para que entendiéramos el surgimiento de la crítica al leninismo. El panfleto, elaborado en la década de 1940 en el contexto del ascenso fascista, expresa la posición revolucionaria que hay que adoptar frente a la falsa polarización entre el fascismo y el frente democrático:  

No se trata de una utopía, sino de un aspecto de una evolución muy real en la época histórica que se avecina y que la Segunda Guerra Mundial inaugura. Centrar la atención en este desarrollo, contar con este proceso -básicamente general y profundamente revolucionario-, ayudarlo a fortalecerse a través de la conducta y la acción, defenderlo contra los obstáculos y las distorsiones, es la tarea revolucionaria a la que nos enfrentamos hoy. En la Segunda Guerra Mundial, tanto el frente democrático como el fascista son susceptibles de ser derrotados, uno militarmente y el otro económicamente. No importa de qué lado esté el proletariado, estará entre los derrotados. Por lo tanto, no debe ser con las democracias ni con los totalitarios. Para los revolucionarios con conciencia de clase, sólo hay una solución: romper con todas las tradiciones y vestigios de las organizaciones del pasado, barrer todas las ilusiones con la época intelectual burguesa y aprender realmente de las lecciones de debilidad y desilusión sufridas durante la etapa infantil del movimiento proletario (RUHLE, 2017 [1940], p. 01, la cursiva es nuestra).

La segunda consecuencia del carácter antagónico del marxismo autogestionario y el leninismo es la necesidad de criticar y combatir las ideologías no sólo de Lenin sino también de sus epígonos. Uno de los elementos del marxismo es la crítica despiadada de lo existente[4], es decir, un proyecto revolucionario, que aspira a una sociedad radicalmente diferente, debe combatir y criticar todos los aspectos de la vieja sociedad. Así, es necesario no sólo rescatar las críticas al leninismo ya realizadas por diversos marxistas a lo largo de la historia, sino también desarrollarlas, actualizarlas y contextualizarlas.

La tercera consecuencia es la necesidad de denunciar las prácticas burocráticas y las consecuencias contrarrevolucionarias del leninismo tanto en el pasado como en el presente. La experiencia soviética, desde la toma del poder por los bolcheviques en octubre de 1917, nos muestra lo perjudicial que puede ser el no combatir y denunciar las medidas contrarrevolucionarias de las organizaciones que pretenden contribuir a la lucha proletaria. El vaciado de los soviets (consejos obreros) o su toma por los sindicatos del Partido Bolchevique, el trabajo militar, la supresión y persecución de la disidencia y de las organizaciones revolucionarias críticas con el Estado soviético, el aplastamiento y asesinato de obreros, campesinos y revolucionarios en Kronstadt, y en el caso del ejército de Makhno, son episodios y elementos importantes que deben mantenerse en nuestra memoria militante (TRAGTENBERG, 2007; SANTOS, 2008; BRINTON, 1975). Esto sin contar las experiencias chinas (maoísmo), cubanas (castrismo), coreanas, etc. Es necesario demostrar, explicitar y analizar que estas experiencias, lejos de tener un carácter emancipador, no son más que formas diferentes de reproducir las relaciones sociales capitalistas (y el concepto de capitalismo de Estado expresa bien esta distinción).

La cuarta consecuencia es la necesidad de un diálogo crítico pero constructivo con los militantes honestos (preocupados por la transformación social) que se declaran leninistas o que están en alguna organización, como los partidos políticos “comunistas”, etc.

La hegemonía leninista se produjo con la victoria del modelo ruso en la III Internacional en 1919, donde Lenin defendió que todos los partidos comunistas debían seguir las directrices básicas del comité central soviético, que acabaron siendo aceptadas por la gran mayoría de los congresistas, ilusoriamente animados por la Revolución Rusa de 1917[5] . Se abre así la posibilidad de la bolchevización de los partidos comunistas en el mundo y la lucha cultural del leninismo por su hegemonía dentro del movimiento obrero. Esto tiene graves consecuencias, ya que el leninismo se convierte en el heredero del marxismo para la mayoría de los individuos que buscaban conocer la teoría revolucionaria. Así, el marxismo revolucionario queda relegado y periférico, sobreviviendo con pequeñas organizaciones y unos pocos intelectuales que formarían los miembros de los comunistas de consejos.

En este contexto, al menos en Brasil, muchos individuos que buscan contribuir a un cambio radical de la sociedad se unen a organizaciones leninistas engañados por su discurso supuestamente revolucionario, sin conocer su historia, sus intereses de clase, etc. Así, es posible un diálogo con estos militantes que, en algunos casos, pueden avanzar y contribuir a la militancia revolucionaria. Por supuesto, cuanto mayor sea el “poder” en estas organizaciones, es decir, cuanto más alto esté el individuo en la jerarquía, más difícil será convencerlo o dialogar. Así, la relación con sus líderes es de combate, pues ya tienen cristalizados sus intereses de clase (control, liderazgo, etc.).

Consideraciones finales

El objetivo de este texto ha sido una pequeña contribución para aclarar la relación entre el marxismo autogestionario y el leninismo. Hemos destacado que esta relación se despliega en el carácter antagónico entre estas dos perspectivas políticas, que expresan diferentes intereses de clase y diferentes proyectos políticos irreconciliables.

Así que es correcta la negativa en el epígrafe del editorial de la revista Marxismo e Autogestão [Marxismo y Autogestión] cuando el ingenuo trotskista afirma que un autogestionario es parte de la misma familia que la suya. La exigencia de abandonar las ilusiones sobre la propia condición es la exigencia de abandonar una condición que necesita ilusiones, ya lo dijo Marx.

La superación teórica del leninismo ya se hizo a principios del siglo XX, pero su superación práctica sigue siendo un reto para los militantes que buscan la emancipación humana a través de la revolución proletaria y tendrá lugar cuando la crítica teórica se generalice y se convierta en una fuerza material. De este modo, creemos que este texto ha cumplido su objetivo de ayudar a clarificar la relación entre el marxismo autogestionario y el leninismo. Ahora se trata de avanzar en la crítica no sólo del leninismo, sino de todas las ideologías y perspectivas políticas que no colaboran con la lucha de los explotados y oprimidos.

Referencias

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[1] Es importante dejar claro que estamos hablando de anarquismo y autonomismo no dogmático y no ecléctico. Es decir, anarquismo revolucionario, anarcocomunismo, autonomismo no ecléctico y reboquista, etc.

[2] Siempre se evoca al “enemigo mayor” para crear esas alianzas y uniones. Las experiencias revolucionarias, como la rusa, la alemana, etc., ya han demostrado el papel contrarrevolucionario que pueden desempeñar los revolucionarios cediendo a este tipo de falsas alianzas. Lo que se cede son los principios revolucionarios, quedando a remolque de medidas que terminan por obstaculizar o imposibilitar la radicalización de los trabajadores.

[3] Recordemos la frase de nuestra última cita de Marx: “Nos es imposible, por tanto, caminar junto a gente que quiere suprimir esta lucha de clases del movimiento.”

[4] “Aunque la construcción del futuro y su consolidación definitiva no nos incumbe, en el presente está más claro lo que debemos realizar. Me refiero a la crítica despiadada de lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer sus propios resultados como en el de no temer los conflictos con quienes ostentan el poder”. (MARX, 2008, p. 01).

[5] Sin embargo, este proceso no se produjo sin la resistencia previa de varios revolucionarios. Podemos ver en Gorter (1981) una respuesta a Lenin sobre esta cuestión, así como en Pfemfert (2017). Citemos a este último: “Lenin piensa que la Tercera Internacional debe estar regulada por los estatutos del Partido Comunista Ruso (bolchevique) y que el proletariado revolucionario de todos los países debe someterse a la autoridad de la “Tercera Internacional” y, por tanto, a la táctica de los bolcheviques. Los bolcheviques deben determinar las armas que debe utilizar el proletariado combatiente del resto del mundo. Y sólo aquellos proletarios que obedezcan incondicionalmente serán elegidos para pertenecer a esta asociación mundial. En los Principios del Segundo Congreso de la III Internacional, Lenin formuló este postulado con mayor claridad aún: no sólo dio instrucciones generales, sino también todos los detalles de la táctica, de la organización, e incluso prescribió el nombre que debían asumir los partidos en cada país. Y para terminar: “Todas las decisiones de los congresos de la Internacional Comunista, así como de su Comité Ejecutivo, son vinculantes para todos los partidos afiliados a la Internacional Comunista”.

* Traducción de Aníbal (Foro Inter-Rev). Gracias por su solidaridad.

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