Elementos para una crítica Marxista hacía el Leninismo – Gabriel Teles & Rubens Vinícius

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Introducción del libro Crítica Marxista ao Leninismo, publicado en 2018, organizado por Gabriel Teles y Rubens Vinícius. Traducción: Isis Schinzel.

El lector desprevenido o ingenuo puede tener dudas sobre el título de esta colección: ¿Es posible una crítica marxista del leninismo? Esta pregunta, sin dudas, se deriva de la distorsión de la comprensión correcta y coherente del significado del marxismo para la lucha de clases dentro de la sociedad capitalista. La historia la cuentan los ganadores, dijo George Orwell. El leninismo, especialmente desde el golpe de Estado en Rusia, octubre de 1917, se ha convertido en sinónimo de un auténtico seguidor del marxismo original (Karl Marx y Friedrich Engels). Dulce error.

La constitución del leninismo, especialmente a partir de los escritos de su fundador, el ruso Vladimir Ilich Ulyanov, más conocido como Lenin, es el resultado de una acción que obstaculiza el proprio desarollo revolucionário del proletariado en la lucha. Es una ideología originada dentro del movimiento obrero pero que expresará otros intereses, contrarios a los de quienes no tienen nada que perder y un mundo entero que ganar. El leninismo expresa los intereses de ciertas fracciones de la clase burocrática, que buscan volverse autónomas y convertirse en la clase dominante.

Así sucedió en la experiencia rusa de 1917. Con la toma del poder estatal, los bolcheviques (guiados por las tesis de Lenin y sus compañeros) operaron una de las mayores contrarrevoluciones que sufrieron los trabajadores en su historia. Distinta de la contrarrevolución empleada en la Comuna de Paris (1871), instituida por la propria burguesía a partir de las fuerzas represivas del ejército, los bolcheviques al protestar y llamarse a sí mismos de “la vanguardia obrera”, erosionaron los cimientos de las organizaciones autárquicas* de los trabajadores rusos de la época (soviets – consejos obreros) y destruyeron cualquier posibilidad de transformación social que apuntara al autogobierno de los productores. En poco tiempo, los consejos obreros se vaciaron de su contenido revolucionário y fueron suplantados por la incorporación de sindicatos controlados por dirigentes del partido bolchevique.

Este es uno de los varios elementos que nos permiten afirmar que la consolidación del bolchevismo en el poder en Rusia supuso la cristalización del capitalismo de Estado, cuyo mantenimiento de la explotación y dominación sobre las clases desfavorecidas, en ese contexto histórico, se produjo de forma clara y sintomática. Luego la burocrácia partidista se fusiona con la burocrácia estatal transformándose en una burguesia de Estado, clase que al mismo tiempo se apropria de la plusvalía extraída de los trabajadores y dirige burocraticamente la sociedad en su totalidad.

Lenin no solo fue el gran líder de la contrarrevolución rusa, sino también el gran ideólogo que legitimó este proceso desde intereses burocráticos. A Lenin le correspondía sistematizar, a partir de su producción intelectual, el desarollo y profundización de las prácticas bolcheviques que correspondían, en ese momento, al proceso de radicalización de cierta fracción de la burocrácia que pretendía hacerse autónoma.

El contenido de los escritos producidos por Lenin expresa, en las formas más diversas, el intento de controlar el movimiento obrero. Tal proceso se percibe desde ciertos aspectos, que conforman una totalidad y no pueden entenderse por separado, son ellos: a) el desarollo de la ideología de vanguardia; b) la importancia ortogada al Partido (organización burocrática); c) la creación de la idea de un periodo de transición denominado “socialismo”; d) la distorsion de las ideas de Marx. Su obra enseña el antagonismo con la perspectiva revolucionária propuesta y expresada por el marxismo. El leninismo es, entonces, el resultado del desarollo de ideas burocráticas radicalizadas a lo largo de la historia de la sociedad capitalista, cuyo proceso de constitución remite a las condiciones especificas de la sociedad rusa. Le tocó a Lenin desarollar sus fundamentos ideológicos. Así el leninismo aqui se define como una ideología que expresa el intento de modernización estatista del capitalismo o la constitución de un modo de producción burocrático.

Con base en esas presuposiciones, la crítica marxista acerca de esta ideologia se hace absolutamente necesaria. No solo porque el marxismo y el leninismo son antagónicos por expresar distintas perspectivas de clase, sino también porque el ultimo se confunde con el primero. El marxismo, en el conjunto de textos presentados en esta colección, se entiende como una expresión teórica del movimiento revolucionario del proletariado. Se trata de un marxismo auténtico, que apunta a la autoemancipacion proletaria hacia la transformación social. Su tarea principal es colaborar en la lucha cultural para que el movimiento obrero radicalice sus luchas y se convierta en una clase autodeterminada. Siendo su expresión teórica, el marxismo es también una conciencia antecipadora, porque expresa la clase que trae en su núcleo el futuro de la humanidad. Luego, no se trata de guiar y llevar “la conciencia” al proletariado, tal como lo expresa el leninismo con su ideologia de vanguardia, sino de contribuir teoricamente a su radicalización.

La emancipación de los trabajadores es obra de los proprios trabajadores, ya decía Marx al redactar el manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT). Este es un elemento fundamental en la perspectiva marxista. No es solamente un mero principio político conyuntural de su tiempo, sino que es esencial en la dinámica misma de la lucha proletaria en su historia por autoemancipacion. En ese medio se desarollan los embriones de una nueva sociabilidad, que apunta a un momento de negación (la destrucción de la sociedad capitalista) y un momento de afirmación (autogestión social, lo que Marx llamó autogobierno de los productores/comunismo).

El papel de los revolucionarios, especialmente de los marxistas, es contribuir a acelerar este proceso, radicalizando las luchas y combatiendo a sus enemigos. Estos ultimos no solo obstaculizan la posibilidad de lograr una transformación social a partir de una contrarrevolución: también quieren mantener el movimiento obrero determinado por el capital, sin radicalizar sus luchas y reteniendo a los proletarios en su vida cotidiana. En otras palabras, se trata de sistematizar un conjunto de pensamientos complejos y prácticas basados en la reprodución de las relaciones de explotación, dominación y alienación que constituyen las diversas formas de miseria (psíquica, cultural, sexual, etc.). De esta manera el marxismo combate no solo a los enemigos más directos del proletariado (la burguesía) como también sus auxiliares que se encuentran en el interior del capitalismo (la burocrácia).

La burocrácia es una de las clases más importantes de la dinámica de la sociedad capitalista. Depende de ella la función del control social. Mientras que dentro de la división social del trabajo el proletariado se caracteriza por la produción de plusvalía, y la burguesía por la extracción y apropriación de esa plusvalía, la burocrácia se caracteriza por la dominación y el control. Como clase asalariada improductiva, además de su papel de control, contribuye a la reproducción de las relaciones capitalistas de producción. La burocrácia surge como una clase social en el proceso capitalista de producción de mercancías (burocrácia empresarial) y en la principal forma de regularización de las relaciones sociales burguesas, el Estado (burocrácia estatal). Con el desarollo del proceso de burocratización de las relaciones sociales debido al surgimiento de sucesivos regímenes de acumulación[1], las fracciones de clase de la burocrácia aparecen y se consolidan en las organizaciones de la sociedad civil, como la burocrácia partidaria y sindical.

La clase burocrática también tiene divisones en su interior, podemos hablar de fracciones más conservadoras, su alto rango, que se acercan más a la burguesía (en el sentido de ingresos, valores, etc.), y de la menor burocrácia, que se ubica en el escalón más bajo (expresa menores ingresos y se acerca más, en ciertos aspectos, a las clases desfavorecidas). No es nuestro objetivo aquí provocar una extensa y larga discusión sobre la burocrácia como clase y sus funciones en la sociedad capitalista. Tal digresión se justifica por el hecho de que los elementos antes mencionados son fundamentales para comprender el verdadero carácter de las ideas contenidas en el leninismo. Este expresa, de manera ideológica, la fracción inferior de la clase burocrática que se radicaliza en la búsqueda por la autonomia y la toma del poder del Estado para sí. El proceso se quedó cristalizado, como hemos dicho anteriormente, en el golpe de estado bolchevique en octubre de 1917.

El marxismo (por su carácter antagónico a la clase burocrática y sus representantes ideológicos) busca desde el principio resaltar y criticar a la burocrácia, que tiene como objetivo dominar a la clase trabajadora (en las diversas formas posibles) y reproducir la sociedad capitalista existente. El leninismo no sería distinto. El marxismo a lo largo de su desarollo histórico, ha contribuido a la crítica de la burocrácia y del leninismo desde su concepción. Incluso Marx, que no vivió lo suficiente para comprender la constitución de la ideología de vanguardia, ya había escrito sobre los individuos y organizaciones que buscaban controlar el movimiento obrero. En una carta circular a August Bebel, Wilhelm Liebknecht, Bracke y otros así se posiciona[2]:

“En cuanto a lo que nos concierne, tenemos ante nosotros, teniendo en cuenta todo nuestro pasado, un único camino a seguir. Hace cuarenta años, colocamos la lucha de clases al frente de la historia como fuerza motriz, en particular la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado como la palanca más poderosa de la revolución social. Por lo tanto, es imposible caminar junto a personas que tienden a suprimir esta lucha de clases del movimiento. Cuando fundamos la Internacional lanzamos en términos claros su grito de batalla “la emancipación de la clase trabajadora será obra de la misma clase trabajadora”. Por supuesto no podemos caminar con personas que declaran que los trabajadores están muy poco instruidos para poder emanciparse, y que deben ser liberados por las cúpulas, por los filántropos burgueses y pequeñoburgueses.” (MARX & ENGELS, 1978, pág. 30).

Aún en vida, Marx comenzó a criticar al naciente partido socialdemócrata en su país de origen, Alemania. La confusión y deformación de los aspirantes a marxistas que contribuyeron a la fundación del Partido Socialdemócrata Alemán (PSD) llevó Marx a afirmar su famosa frase, observando a los que decían ser sus “discípulos”, especialmente los franceses: Todo lo que sé, es que no soy marxista.

En la época del surgimiento y consolidación del Partido Bolchevique, bajo la égida ideológica de Lenin, el marxismo auténtico continuó expresando teoricamente el movimiento revolucionario del proletariado, criticando y condenando al leninismo. Desde Makhaiskhi, pasando por las tendencias internas en el partido y en el exterior con los escritos de Rosa Luxemburgo (incluso con sus ambiguedades) contribuyó analizando la cuestión de la espontaneidad del movimiento obrero frente al vanguardismo enunciado por los bolcheviques, denunciando muchas prácticas antes, durante y después de la experiencia rusa que culminó con el golpe de estado bolchevique. Con la consolidación del capitalismo de Estado tras la derrota del movimiento obrero, así como el proceso de difusión de noticias más fiables y cercanas a la lucha de clases en el país, correspondía a los comunistas consejistas llevar a cabo sistematicamente y sin piedad la critica hacia el leninismo. Un grupo de militantes y teóricos (como Anton Pannekoek, Herman Gorter, Paul Mattick, Otto Ruhle, Helmut Wagner, etc.) buscó teorizar y expresar las organizaciones obreras que aparecieron por primera vez en Rusia en 1905, y se generalizaron solo a principios de 1917, llegando también a otros lugares como Alemania, Hungria, Italia, etc.

A pesar de expresar auténticamente el proletariado revolucionario, los comunistas consejistas fueron extremadamente marginados y poco conocidos después de la radicalización de las luchas obreras a principios del siglo XX. Sin embargo, el leninismo, con el éxito del golpe de Estado en octubre de 1917 y la consolidción de su poder, no solo en Rusia, sino también en la Tercera Internacional (desde la bolchevización de los partidos comunistas en el mundo), sumándole a la derrota de los consejos obreros, se vuelve hegemónico y se coloca como el auténtico heredero del marxismo. La historia, en definitiva, la cuentan los ganadores. Así, la crítica al leninismo, aunque existente, será poco conocida y marginada, sobreviviendo en pequeños grupos revolucionarios que se extenderán por todo el mundo, pero sin mucha fuerza. Incluso el anarquismo (que tiene ciertas tendencias dentro del bloque revolucionario) confunde el leninismo con el marxismo, criticando al primero y refiriéndose al segundo de manera general.

Sólo con el resurgimiento de las luchas obreras, especialmente en la década de 1960, el marxismo auténtico y revolucionario toma un nuevo aliento y resurge con fuerza. En ese momento hay una actualización del marxismo. Surgen organizaciones y teóricos (aunque de forma contradictoria y con limitaciones) buscando rescatar el pensamiento de Marx sin distorsionarlo, además de recuperar los escritos de los consejistas. Especialmente en Francia, aparecen varios colectivos y producciones intelectuales importantes, como el grupo Internacional Situacionista (1957-1972) con las tesis de Guy Debord y Raoul Vaneigem, que rescatan la crítica a la burocrácia, especialmente al leninismo/bolchevismo; además de los militantes que giraron en torno a la revista Socialismo o Barbarie (1948-1965), como Cornelius Castoriadis en su juventud, Claude Lefort, Alain Guillerm, Yvon Bourdet, etc., quienes también rescataron revolucionarios del marxismo. Incluso los editores de Socialismo o Barbarie tuvieron contacto y debatieron con Anton Pannekoek, uno de los principales referentes de los comunistas de consejos. En Inglaterra aparece el grupo Solidaridad (1960-1992), con la importante figura de Maurice Brinton, quien se decía antileninista y favorable de los comunistas consejistas.

La síntesis de esta actualización del marxismo viene dada sobre todo por el replanteamiento de la palabra autogestión. Con la deformación leninista de la palabra comunismo[3], los revolucionarios marxistas la reemplazaron por la autogestión para expresar lo que Marx llamó de autogobierno de los productores o comunismo. Así nace la expresión de la época contemporánea: el marxismo autogestionado.

El marxismo autogestionario desemboca en Brasil en la figura del intelectual y militante Mauricio Tragtenberg. A lo largo de su carrera, Tragtenberg contribuirá a la traducción y recuperación del carácter revolucionário de Marx, así como a la presentación de varios militantes y organizaciones desconocidas para el público brasileño. Un ejemplo de ello es la colección de textos que organizó bajo el nombre Marxismo Heterodoxo. Allí, los investigadores brasileños son introducidos por primera vez a las discusiones de los disidentes rusos y alemanes dentro de la intensificación de las luchas de clases a principios del siglo XX, en el momento de las experiencias revolucionarias.

Pero solo a principios de la década de 90 es que el marxismo autogestionario empezará a estructurarse en Brasil de manera más cohesiva y sólida. Fue en esta época, más precisamente en 1988, cuando nació el Movimiento Autogestionario (que hasta 2001 se denominó Movimiento del Socialismo Libertário), un grupo revolucionario que viene expresando el marxismo autogestionario hasta hoy. Los autores de los textos de esta colección (con la obvia excepción de Paul Mattick, representante del comunismo de consejos) son miembros del colectivo Movimiento Autogestionario (MOVAUT). La crítica a la burocrácia (especialmente al leninismo) forma parte de un conjunto de reflexiones planteadas por sus miembros durante las últimas tres décadas.

Tras estas rapidas consideraciones, podemos responder a nuestra pregunta inicial: ¿Es posible una crítica marxista del leninismo? ¡No es solo posible, como es necesaria! La historia del marxismo auténtico, desde sus inicios, expresa tal crítica y demuestra su carácter antagónico con esta ideología burocrática. De esta forma, los aportes en esta colección buscan analizar el leninismo en sus diversas manifestaciones: tanto en sus elementos teóricos como prácticos.

El libro comienza con el artículo titulado ¿Que es el bolchevismo? de Edmilson Marques. En el texto, el autor busca rescatar el significado histórico del bolchevismo y su producto ideológico (el foco de esta obra) el leninismo. Así, Edmilson Marques analiza el origen del bolchevismo, la constitución del partido bolchevique, la importancia ideológica de Lenin y, finalmente, la incompatibilidad de leninismo con el marxismo.

En el siguiente texto, Lenin y el materialismo, de Diego Marques Pereira dos Anjos, rompe las ideas de Lenin sobre el materialismo, contenidas pricipalmente en su libro Materialismo y Empiriocriticismo. Apoyado por Karl Korsch y Anton Pannekoek, el autor realiza una crítica despiadada de las ideas filosóficas de Lenin, observando las abstracciones filosóficas del autor ruso y cómo no superó el materialismo burgués premarxista. Además, pone los intereses burocráticos de Lenin en la redacción de este libro que, aparentemente sólo trata de “filosofía”, pero tiene una importancia directa con la lucha de clases en Rusia de ese período. Como dice el autor: “Esta concepción se fundamentó filosóficamente en la separación de sujeto y objeto de conocimiento: de ahí los resultados políticos se materializaron en la ideología del partido de vanguardia (sujeto) sobre la clase (objeto).”.

El siguiente texto, Revolución rusa y contrarrevolución bolchevique, de Leonel Luiz dos Santos, analiza la dinámica de la lucha de clases en el interior de la Revolución Rusa. Para el autor, hay tres versiones y interpretaciones principales de esta experiencia revolucionaria: la perspectiva burguesa, que vincula el hecho con el “totalitarismo comunista”; la perspectiva burocrática, constituida especialmente por el bolchevismo, concibiéndolo como la “victoria comunista”; y la perspectiva proletaria, la más marginada, pero que expresa concretamente los acontecimientos de ese período. El propósito de su texto es rescatar el carácter autogestionario de la experiencia rusa y enseñar el carácter contrarrevolucionario del bolchevismo y su producto ideológico, el leninismo.

Después de eso, está el texto Estalinismo y Trotskismo de Paul Mattick, siendo el único texto de esta colección que es producto de una traducción, escrito a finales de la primera mitad del siglo XX (1947). Esta es una discusión fundamental sobre el desarollo del leninismo después de la muerte de Lenin. Con este evento, la entonces Union Soviética cae en una feroz guerra interburocrática con el fin de establecer quién tomará el control de ese país de capitalismo estatal. Trotsky fue el gran heredero de Lenin, pero perdió ante Stalin que, apesar de tener una mala recepción entre los bolcheviques, fue un consumado burócrata. Así, Josef Stalin se convierte en jefe del comité central de la Unión Soviética y gradualmente empieza a perseguir a sus enemigos, especialmente a los antiguos líderes del Partido Bolchevique quienes eventualmente podrían amenazar con tomar su “trono”. Emergieron entonces dos corrientes dentro del leninismo: el stalinismo, que dictará y mandará a los partidos comunistas en el mundo; y el trotskismo, un disenso que denuncia el totalitarismo de Stalin, comportándose como el verdadero continuador del “marxismo-leninismo”. El texto de Mattick demonstrará claramente cómo, de hecho, el stalinismo y el trotskismo son hermanos gemelos y no tienen tanta diferencia. Su conclusión es quirúrgica: “Cualquiera que sea la perspectiva de superar el sistema capitalista de explotación, el trotskiskmo y el stalinismo no son más que reliquias del pasado.”.

Si Mattick analiza el stalinismo y el trotskismo, Nildo Viana en Reflexiones sobre el maoísmo analiza otra variante del leninismo, o más precisamente, una tendencia dentro de el: el maoísmo. Viana nos ofrece un panorama general y histórico, sus límites, debilidades, alejamiento de la realidad concreta y su posibilidad de “supervivencia” incluso en el mundo contemporáneo. Además, señala el carácter doctrinal y el dogmatismo, especialmente en los escritos del fundador de esa corriente: Mao Tse-Tung. Los escritos de este último son, de hecho, formas de legitimar sus acciones dentro de las disputas interburocráticas en el capitalismo de Estado chino de su tiempo. Finalmente, el autor desenmascara la ideología maoísta que expresa intereses burocráticos, antagónicos con la perspectiva revolucionaria del proletariado.

Y finalmente el último texto, Crítica marxista del Prestismo, de Gabriel Teles y Rubens Vinícius da Silva, trata sobre una tendencia leninista en el contexto de la lucha de clases brasileña. El llamado “prestismo” es una tendencia leninista influenciada por los escritos y prácticas políticas del brasileño Luiz Carlos Prestes. Surge con la ruptura de Prestes con el Partido Comunista Brasileño (PCB). Con el, algunos de los militantes también abandonaron el partido. Estos individuos, con la muerte de Prestes, formaron un grupo denominado Polo Comunista Luiz Carlos Prestes (PCLCP), así como una organización juvenil, Juventud Comunista Avanzando (JCA). En este trabajo, los autores analizan la constitución histórica de la trayectoria política del proprio Prestes, sus vínculos políticos, así como la organización que lleva su nombre y sus enseñanzas, el PCLCP. En este sentido, afirman que: “El proposito de este texto habrá sido cumplido al demonstrar que la relación entre los prestistas (desde su organización) y el movimiento obrero es de dominación y control, alejandose de las proprias y auténticas organizaciones de los trabajadores.”

Este es el itinerario de esta colección. La crítica a las ideologías, especialmente aquellas que encuentran eco y aporte dentro del movimiento obrero, son fundamentales en la lucha cultural contra la sociedad capitalista. Sin embargo, el conjunto de críticas que aquí se anuncian y se hacen no es un fin en sí mismo. El momento de la negación, es decir, de la crítica al leninismo, debe coincidir con un momento de afirmación: el establecimiento de la autogestión social. Solo con la autoemancipación proletaria podemos vislumbrar la emancipación humana. ¡Esperamos que este libro sea una contribuición hacia la transformación social!

* Las organizaciones autárquicas son formas de autoorganización, en las que no existe una relación entre los dirigentes y dirigidos en el proceso de toma de decisiones y establecimiento de objetivos. A lo largo de la historia de la lucha de clases, el proletariado ha constituido organizaciones autárquicas, como consejos obreros, comités de huelga, etc. Las formas de autoorganización deben estar vinculadas al proceso de autonomia del proletariado y articuladas al proyecto de autogestión, sinónimo de autoemancipación humana.


[1] La historia del capitalismo, cuna de la burocrácia, es la historia de la sucesión de regímenes de acumulación. Los regímenes de acumulación son formas relativamente estabilizadas de un proceso de lucha de clases, cristalizadas en una determinada correlación de fuerzas marcada por una determinada forma asumida por el proceso de valorización (extracción de plusvalor), una determinada formación estatal y una determinada configuración de las relaciones entre los Estados capitalistas (relaciones internacionales). El regímen de acumulación combinado, también llamado intensivo-extensivo, se caracterizó por la hegemonía del fordismo, el Estado integracionista de “bienestar social” y el imperialismo transnacional.

[2] MARX, Karl & ENGELS, Friedrich. Carta a Bebel, Liebknecht, Bracke e outros. In: MARX, Karl et. al. A questão do Partido. São Paulo: Kairós, 1978.  

[3] Especialmente hecho por el PC (Partido Comunista) diseminados por todo el mundo, controlados por el capitalismo de estado soviético.

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